Isaías 24:1, 5, 10, 12-16, 18-21, 23 TLA
Isaías dijo: «¡Dios va a convertir la tierra en un desierto! ¡Todos sus habitantes se dispersarán!
La tierra se ha llenado de maldad, porque sus habitantes no han cumplido las leyes de Dios.
Se habían comprometido a obedecerlo por siempre, pero ninguno cumplió con ese pacto .
La ciudad está en ruinas, todo es un desorden, y las casas se han cerrado.
La ciudad quedó destruida, y sus portones, hechos pedazos.
Las naciones quedaron vacías, como un árbol de olivo después de la cosecha.
»Los pocos que se salven gritarán y saltarán de alegría.
¡Por todos los rincones del mundo se oirán cantos de alabanza para el Dios que ama la justicia!»
Isaías continuó diciendo: «Mi ánimo está por los suelos; ¡siento que me muero de tristeza! »No se puede confiar en los traidores, porque engañan y no tienen compasión.
Si te libras del terror, te hundirás en una trampa, y si sales de ella con vida, caerás en otra trampa.
»Lloverá muy fuerte; un diluvio hará temblar los cimientos de la tierra.
Un gran terremoto sacudirá la tierra hasta dejarla hecha pedazos.
La tierra temblará como un borracho, y se vendrá abajo como frágil choza.
¡Pesa tanto el pecado de la gente que la tierra caerá y no volverá a levantarse! »Ese día, Dios castigará a los que gobiernan con maldad en el cielo y en la tierra.
El sol y la luna se oscurecerán, porque el Dios todopoderoso reinará desde Jerusalén, y los jefes de su pueblo serán testigos del poder de Dios».
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